‘UK food revolution’ pero con las frambuesas

Mi nombre es Jorge Pascual Sempere de Elche (Alicante) y he estudiado la carrera de Ingeniero Agrónomo en la Escuela Politécnica Superior de Orihuela (UMH). Tras retomar los estudios de obtención del título y contactar con el Observatorio Ocupacional vi la posibilidad de solicitar una beca a través del programa Faro gestionado por la Universidad de Valladolid; la cual solicité con el mayor escepticismo del mundo, pues desconocía por completo las posibilidades reales de adjudicación de la misma.

Mi sorpresa llegó que tras varios meses sin movimiento alguno, fui preseleccionado junto con una compañera de Murcia, para una beca de Ministerio de Educación español en un centro internacional para la mejora genética de la frambuesa por un tiempo determinado de 6 meses. Nada menos que East Malling Research, ubicado en el condado de Kent, al sureste de Inglaterra.

East Malling Research (EMR) se trata de una empresa inglesa de calado internacional dedicada a la investigación y el desarrollo agrario, con el fin de liderar lo que los ingleses denominan la “UK food revolution” o lo que vendría a significar, según mi entender, al desarrollo de una estrategia de global para abaratar los costes de producción de alimentos, incidiendo en las propias plantas y abarcando desde la obtención de cultivos que con requerimientos hídricos muy inferiores a los actuales, hasta la reducción de enfermedades, pasando por control de plagas, maquinaria agraria, etc. que hagan que los grandes productores mundiales, más competitivos en costes de mano de obra y con más horas de sol que los ingleses, tengan que girarse hacia el Reino Unido y pasar por caja en concepto de “royalties” o patentes de producción tecnológica agraria.

Pues bien, ahí en medio es donde un par de ingenieros españoles fuimos a parar, básicamente debido a que una de las personas más importantes responsable de la mejora genética de la frambuesa en Inglaterra y por tanto mundial, es asturiana. La ingeniera agrónoma Dña. Felicidad Fernández, que hace unos cuantos años llegó en busca de prácticas a este mismo centro y acabó asumiendo la responsabilidad del departamento.

Nuestra labor desempeñada no tenía la repercusión ni el objetivo de revolucionar la agricultura mundial, sino más bien, algo no por ello menos importante, como seleccionar las nuevas variedades de frambuesas que se cultivarán y consumirán en el mundo, aplicando técnicas de selección y mejora genética tradicionales y bajo el principio de mejorar parámetros tanto cualitativos como pueden ser el sabor, la textura, el color, la forma, etc; como cuantitativos, poniendo de ejemplo la producción de frambuesas por planta o el peso del fruto, además de resistencias a enfermedades.

Durante el verano de 2009 pude comprobar las mil y una pequeñas actividades relacionadas con el cultivo, selección y producción de una planta de la cual, hasta que llegué a Inglaterra, no había tenido la oportunidad de conocer ni de probar, dicho sea de paso. Infinidad de pequeñas actuaciones son muy necesarias para realizar un manejo apropiado del cultivo, por lo que la mejoradora responsable de las prácticas, a la que yo llamaría jefa, rápidamente nos instruyó en las mismas para poder volcarse ella en el proceso de selección genética.

Técnica de análisis de virus ELISA, emasculación floral para la posterior polinización controlada, testeo toda la cosecha de fruta, análisis sensorial de frutos, extracciones de ADN, PCR’s, inoculación de pulgones, análisis de la conservación de la fruta en ambientes refrigerados, recolección manual de fruta, etc. No son más que unas pocas de las actividades que ocupaban nuestro tiempo.

Nuestro aterrizaje en EMR fue un poco descafeinado, pues nuestra tutora de prácticas nos acogió como aquél que recluta a un desconocido del que no quieres saber más que su nombre para recordarle lo que hace mal; esto fue acompañado de un desamparo en mitad de un lugar desconocido, de un país extraño casi con el objetivo de “no vuelva usted nunca más”. Salvadas las dificultades iniciales, la labor inicial prometía aburrirse y secar las pocas neuronas activas después contar y deseleccionar miles plántulas centimétricas de frambueso en una postura que atentaba contra los principios de la ergonomía.

Una vez iniciada la estancia, fue cuestión de poco tiempo que comenzamos a conocer, comprender y asimilar tanto la misión como el humor especial de nuestros responsables; nada que no se pudiera superar ni contrarrestar con un poco de paciencia, humor y buena compañía, pues poco a poco fueron llegando estudiantes y colaboradores de otros países como Francia, Polonia, Hungría, Italia, Lituania e Irlanda con lo que pudimos comprobar cómo las tardes de los viernes son aprovechadas para un reencuentro social con los compañeros de empresa, frente a una cerveza o sidra inglesa, con la que se llega a agudizar la comprensión del idioma.

El resto de la estancia quedaría marcada por las constantes visitas a Londres, pequeñas escaramuzas en las localidades vecinas, fiestas nocturnas en el legendario “Great East” o casa de estudiantes y un trabajo que poco a poco fue cobrando la importancia y la repercusión que en principio incitaba éstas prácticas de empresa internacionales.

Para mi se ha convertido en una experiencia vital que elimina las barreras y limitaciones que muchas veces nos imponemos o nos son impuestas. El Reino Unido es un país grandioso y los británicos son muy especiales, aunque no muy alejados de los españoles. Quizás me quedo con la sensación de orden y control por pare de la gente, dónde miles de cámaras nos observan y centenares de carteles nos indican qué hacer y qué no tocar.

Mi valoración de la experiencia se situaría en un notable muy alto y mantengo la esperanza de que esta entrada en este blog, invite a esos estudiantes con ganas de conocer otras culturas, otros países y otras gentes tan maravillosas que yo tuve la oportunidad de conocer y disfrutar.

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