Asunción Niñoles y su Erasmus para Jóvenes Emprendedores
Me licencié en Periodismo en julio de 2012 y, ese mismo año, pocos meses después, cogí un avión que me llevó a Bruselas, desde donde ahora os escribo. Confieso que no me resultó fácil partir porque mi equipo, el Elche CF, parecía invencible (algo, por cierto, bastante excepcional). No obstante, muy a mi pesar, comprendí que había otras prioridades y puse tierra de por medio. Finalmente, llegué a Bélgica con ilusión y una beca “Erasmus para Jóvenes Emprendedores” bajo el brazo. Para entender en qué consiste esta beca es preciso señalar todos los agentes implicados en la misma: el emprendedor, el empresario y las organizaciones intermediarias.
Conviene, además, que resalte que no hablo cinco idiomas, ni que tampoco fui la mejor estudiante de mi promoción en la UMH. Sin embargo, conseguí esta subvención de la Unión Europea con esfuerzo y algo de ingenio. La beca “Erasmus for Young Entrepreneurs” está destinada a todos aquellos estudiantes universitarios/licenciados/diplomados que tengan una idea empresarial viable.
Yo la tenía, así que redacté un plan de negocio y me puse en contacto con todas las entidades españolas que gestionaban esta beca. Cuando encontré una organización a la que le quedaba financiación, presenté mi idea de negocio. La evaluaron y, al poco tiempo, me la validaron. La aceptación de mi plan de negocio hizo que mi perfil entrara a formar parte de una base de datos -que hacía las veces de red social- en la que figuraban también los datos de todos los empresarios registrados en este programa.
Una vez dada de alta en la plataforma, estudié detenidamente las características de las empresas y de los empresarios en cuestión que allí constaban y, después de sopesar todos los parámetros que consideraba importantes, contacté con algunos de ellos. Les hice llegar mi CV, les manifesté mi interés por participar en el programa Erasmus para Jóvenes Emprendedores bajo el abrigo de su compañía y, finalmente, el acuerdo llegó. Llegó después de varios tanteos, de entrevistas por Skype en inglés y de pruebas de aptitud, pero llegó. Y estoy francamente contenta.
Trabajo en el departamento de comunicación de una empresa belga con fuerte presencia en España, así que el castellano, además del inglés, son mis principales herramientas comunicativas. Los compañeros son estupendos y me han acogido fenomenal, por lo que la adaptación a este nuevo entorno multicultural no me está resultando nada complicada.
Las tareas que realizo son las propias de cualquier periodista que desempeña su labor en un gabinete: hacer un seguimiento diario del sector, dirigir la comunicación interna y externa, organizar seminarios, dar cobertura informativa, gestionar la relación entre los medios de comunicación y la empresa, etc.
Vivo en el barrio de Montgomery -pertenece a la comuna de Woluwe-Saint Lambert-, ubicado a diez minutos del barrio europeo y veinte de la Grand Place. Es una zona verdaderamente tranquila y residencial. En mi tiempo libre suelo hacer turismo por el país (Brujas, Gante, Amberes, Ostende, etc.) y quedar con los amigos a tomar algo. Además, cualquier día es bueno para degustar un gofre. Aquí, de hecho, hay absoluta devoción por este dulce.
Lo que menos me gusta de Bélgica es el clima, pero trato de sobrellevarlo como puedo con ayuda del paraguas, el gorro, los guantes y la bufanda.
En este sentido, Pérez-Reverte, a través del capitán Alatriste, un soldado español enviado a Bélgica en el XVII, le decía al conde-duque de Olivares: “Es el fin del mundo. Cuando Dios, nuestro Señor, creó Flandes, lo alumbró con un Sol negro. Su lluvia cala en tus huesos y te mata poco a poco. Es una tierra extraña poblada por gente extraña que nos teme y nos odia, y que jamás nos dará tregua. Flandes es el infierno”.
Flandes no es el infierno, pero es el único lugar en el mundo en el que los flamencos no tienen acento andaluz. Son más raros…