Hola a todos, mi nombre es Davinia Rostoll y soy Licenciada en Ciencias Ambientales. Decidí estudiar esta carrera porque, durante la selectividad, una amiga me habló de ella. Ni siquiera sabía que existía como titulación propia, pensaba que era un segundo ciclo de Biología. Como pensaba estudiar Enfermería y en septiembre no quedaban plazas empecé un ciclo superior de Laboratorio de Diagnóstico Clínico. Un mes después me aceptaron en Ambientales. No dudé en darme de baje del ciclo y matricularme en la UMH. Esta fue la mejor decisión que pude tomar, ya que con el paso de los años mi grado de satisfacción con la titulación fue en aumento, al igual que con los compañeros y el profesorado. Uno de los aspectos a destacar de mi licenciatura son las prácticas de campo, donde todos hemos aprendido del entorno y de las personas que nos rodean, quizá por eso el buen rollo que tenemos con muchos de los profesores.

Siempre quise vivir una experiencia internacional de modo que, después de asistir a varias charlas organizadas por el Observatorio Ocupacional, decidí que era el momento de intentarlo. Gracias a ellas obtuve la información y la motivación necesaria para dar el paso. Una amiga se había marchado el año anterior con IAESTE y siempre contaba que la experiencia había sido genial. Así que, ¿por qué no intentarlo?

Para mis prácticas elegí Croacia porque me habían recomendado Zagreb como ciudad y la costa para viajar. Además, la empresa no me disgustaba. Las prácticas estaban relacionadas con la Gestión de Residuos y el periodo de prácticas se ajustaba a mis necesidades, ya que el curso siguiente me iba de Erasmus.

En este caso no tuve beca pero tenía ahorros para costearme el viaje. Además, la empresa me pagó a la finalización de mis prácticas. Podríamos decir que, con lo que me dieron, cubrí los gastos de viaje de ida-vuelta, alojamiento, transporte y dietas.

Llegar a Croacia no fue fácil, ya que no había vuelos directos desde España. Así que tuve que ir en tren desde Alemania hasta Zagreb. Allí, una chica vino a buscarme y me llevó a una residencia de estudiantes, donde alojaban a todos los miembros del programa IAESTE durante su estancia. Éramos unos 20 estudiantes del mismo programa, todos de diferentes nacionalidades.

El primer día de trabajo vino a buscarme un miembro de la organización a la residencia y fuimos a buscar la empresa. Anduvimos perdidos, pero finalmente llegamos. Una vez allí, me citaron con el jefe y mis tutoras para explicarme cuales eran mis tareas. Fue entonces cuando me di cuenta que mi nivel de inglés no era tan alto como yo pensaba y que también iba a formar parte de mí día a día aprender a comunicarme. Pero no sólo me fue difícil adaptarme por las dificultades del idioma sino por la comida: gastronomía y horarios diferentes.

Después del trabajo solía descansar en la residencia y luego, al atardecer, quedábamos para ir a un lago muy cercano donde pasábamos el rato, cenábamos y nos tomábamos unas cervezas. También aprovechaba para llevarme los apuntes de inglés y estudiar un poco. De hecho, a día de hoy, gracias a todas estas experiencias puedo decir que me defiendo bastante bien con el idioma.

Uno de los recuerdos que tengo de nada más llegar a Croacia fue que, una vez allí, perdí todos mis documentos y los recuperé gracias a un hombre que estaba haciendo footing en el lago. Allí es muy importante mantener tu pasaporte a salvo, ya que el país no pertenece a la Unión Europea y comercian con documentación robada.

Tengo que decir que el Observatorio Ocupacional me prestó todo su apoyo, por lo que les estoy eternamente agradecida. Tuve unos problemillas con la documentación de prácticas y en todo momento me sentí respaldada por la UMH.

En cuanto a lo que me ha aportado esta experiencia, tanto a nivel profesional como personal, aprender a vivir en una cultura totalmente diferente a la nuestra, el clima, la gastronomía…son factores que no tenemos en cuenta hasta que no lo vivimos. Considero que una experiencia de este tipo despierta los sentidos, así que animo a todo el mundo que lo haga.