Si sabes buscar pareja tendrás un buen trabajo
Extraido de www.expansion.com. Por Tino Fernández:
Al conquistar a un entrevistador llegas al puesto soñado. Hay un paralelismo entre saber ligar y encontrar un buen empleo. Pero este arte de seducción puede servir también para alcanzar la empresa anhelada y establecer con ella una relación conveniente.
El arte de la seducción puede resultarte útil cuando te pongas frente al entrevistador que te selecciona para un nuevo empleo. Es un momento crucial que cuatro de cada cinco candidatos nunca llegan a superar. Algunos expertos –como Roy Cohen, un consejero de carrera profesional de Nueva York que ha trabajado para Goldman Sachs y que es autor de The Wall Street Professional’s Survival Guide– se toman en serio la relación que existe entre la búsqueda de pareja y la facilidad para encontrar un buen empleo o acceder a la empresa o al trabajo soñado.
Por ejemplo, Cohen cree que el consejo «no aceptes una cita un sábado por la noche si le has conocido el miércoles», se puede asimilar a «no te muestres demasiado disponible para entrevistas de última hora». Es aplicable a aquellos que aceptan acudir a una entrevista de trabajo si reciben una llamada urgente a cualquier hora. La conclusión es que los candidatos desesperados (o muy facilones) no son precisamente los más valorados.
Ovidio Peñalver, director general de Isavia, explica que «buscar y encontrar empleo no es tan fortuito como parece. Si se analiza la historia laboral de una persona se observan recurrencias, porque el flirteo con organizaciones y formas de trabajar depende de unas necesidades básicas y psicológicas. Hay una mutua selección y atracción natural entre personas y empresas. Algunos profesionales disfrutan siendo autónomos; hay funcionarios que buscan estabilidad y gente que quiere desarrollar actividades de riesgo. Trabajar en una de las Big Four es propio de alguien que gusta del dinamismo o el prestigio. No depende tanto de lo que ofrece la organización como de las necesidades que uno tiene y quiere satisfacer».
La elección de la pareja no es fortuita. Suele ser porque el otro tiene algo que le falta a uno («tú me completas», diría Jerry Maguire). Con una empresa y un trabajador pasa lo mismo. Peñalver insiste en que «aunque podemos cambiar de trabajo y de empresa, hay fuerzas de transformación y elección mucho más profundas de lo que creemos y que marcan nuestra trayectoria profesional».
Para siempre, cariño
Lealtad y compromiso. El «contigo para siempre» tiene los días contados, al menos en la empresa. Es cierto que hay quien disfruta quedándose para siempre en la misma compañía, pero cada vez son más los proclives a cambiar. Peñalver cree que «son infieles porque ese es su estilo de vida: cambian de casa, de ciudad, de trabajo…».
Resulta evidente que tendremos que trabajar más años; que el empleo para siempre se acabó; que las profesiones de éxito en 2012 no existían en 2004; que las generaciones de reemplazo son cada vez menos aptas y cualificadas… No es extraño que los expertos en el mercado laboral pronostiquen que en el futuro tendremos hasta siete trabajos distintos en una sola vida laboral. Montse Ventosa, socia de Sticky Culture, recomienda «buscar y crear un sentido compartido. Cuando uno no está enamorado de su empresa, de verdad, puede convertirse en esclavo de ésta. Cuando no nos identificamos con la forma de hacer las cosas de la organización, o no nos gusta su misión, ni su visión, pero nos complace lo que nos da –beneficios, el horario, que está cerca de casa– es como estar con alguien por el interés. No suele funcionar, y al final se necesita que nos ofrezcan más y más para poder soportar todo lo que no nos gusta de esa empresa-pareja».
Caer en la rutina
No te estanques. No hay nada peor en una relación que la rutina. No sólo se trata de aprender cada día. Según un estudio de la Universidad de Princeton, sólo un 10% de lo que aprendemos llega de la formación formal; el 70% de nuestro trabajo diario; y el 20% de las relaciones laborales. Por eso no hay excusas. Siempre se puede aprender algo que aporte novedad a nuestro trabajo. Debemos informarnos no sólo de lo que pasa en la empresa, sino fuera, en el mundo, en la competencia, en el sector… No podemos pensar que el amor es para toda la vida. En este caso, mantenerlo es más difícil que conseguirlo.
Conocerte es amarte…
Conoceos mutuamente. Aprende siempre de la propia organización, no sólo de lo que te dice, sino de lo que no cuenta, cómo es trabajar allí; dónde quiere llegar, qué cosas valora. Déjate conocer, sé tu mismo, expresa lo que te gusta y lo que no. Comparte expectativas, porque esa es la mejor forma de saber si tú y tu compañía os dirigís al mismo sitio.
Déjate influir. Intenta comprender las razones que hay detrás de las decisiones, y por qué se hacen las cosas, sin cerrarte en banda a cualquier nueva petición, cambio o dirección. Influye también en lo que pasa en la empresa. Siéntete parte activa de lo que está pasando. Para Montse Ventosa, resulta imprescindible «tener tu cuenta de resultados al día. Dedica un tiempo al final de cada jornada a identificar las tres mejores cosas que te han pasado en el trabajo, las experiencias más positivas, y también la que menos te ha gustado. Asegúrate de que el ratio es tres a uno. Si demasiado a menudo hay más cosas negativas que positivas, hay muchas posibilidades de que esta relación acabe en fracaso».
Dicen que la distancia es el olvido…
Mantén el contacto. No significa que tengas que estar todo el día pendiente de lo que pasa a tu alrededor, pero es importante aprovechar las oportunidades que se presentan para hablar con los directivos, con los jefes –especialmente en aquellas ocasiones en las que toda la empresa está reunida– y en el día a día a través de pequeñas cosas que pasan en cada jornada.
Infórmate de los pequeños éxitos y fracasos, y de cuáles son las prioridades de la compañía. Tampoco significa estar todo el día conectado al trabajo, pero sí demostrar que te importa, y aprovechar los momentos en los que la organización demuestra que tú también eres alguien decisivo.
No eres tú… Soy yo
Soluciona los problemas que se pueden arreglar: se dice que el éxito de una pareja radica en ser capaz de hablarlo todo antes de que se convierta en una bola de nieve. Encuentra y crea momentos para comunicar con quien corresponda que no estás contento con la forma en la que van las cosas; que te has sentido ignorado, no reconocido o cualquier cosa que te haga sentir incómodo. Estos pequeños roces suelen ser momentos de la verdad para fortalecer la relación, solucionando diferencias de un modo constructivo, pero si se dejan en el armario de las cuentas pendientes se convierten en reproches o rencores, y luego no hay quien las solucione.