En tierras de William Wallace
Experiencias de estudiantes en prácticas
Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, Programa Hermes
2 junio 2010
Me llamo Francisco Hernández, y soy estudiante de último curso de la licenciatura de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Durante los últimos tres meses he estado viviendo y haciendo las prácticas finales de mi carrera en la Universidad de Stirling, en Escocia. Esta ciudad ha sido hogar de muchos reyes escoceses y presenció la gran Batalla de Stirling; donde William Wallace, al frente de un batallón creado por campesinos, derrotó a los soldados ingleses que querían conquistar el territorio escocés a orillas del río Forth. Es la batalla donde Mel Gibson se pinta la cara de azul y los guerreros escoceses derrotan a los ingleses en la película Braveheart (1995).
La Stirling University aloja uno de los cinco ITC’s (Intensive Training Centres) repartidos por todo Reino Unido; centros dedicados al desarrollo de la natación de alto rendimiento. Tuve la suerte de que me aceptaran después de escribir varios e-mails solicitando un puesto de prácticas a cada uno de los centros. Lo interesante de este centro de alto rendimiento es que el director, Doug Frost, fue el entrenador de Ian Thorpe; un australiano que ganó multitud de medallas en campeonatos del mundo y Juegos Olímpicos.
Mi día a día en Stirling fue un poco duro al principio, sobre todo por el horario que me tocó seguir. Los deportistas de alto nivel tienen horarios un tanto peculiares, algo que no había pensado cuando aún estaba decidiendo dónde hacer mis prácticas. Los entrenamientos empezaban a las 5.30 h. de la mañana, lo que significaba levantarse a las 5 para poder estar a pie de piscina a la hora de comienzo (por suerte no tenía que asistir a todos los entrenamientos matinales). Tras la sesión de agua, allá por las 8 de la mañana, continuaban el entrenamiento en el gimnasio durante una hora más. Tras todo esto y haber asistido a sus clases en la universidad, tocaba repetir sesión de agua a las 16.00 h. durante dos horas y media más.
De todas formas, estos sacrificios valieron la pena. Tuve la suerte de descubrir todos los aspectos relacionados con la natación de alto rendimiento. Aprendí nuevas técnicas y sistemas en la elaboración de la planificación del entrenamiento, tuve acceso a información sobre natación especializada (artículos, informes, e-mails de los más prestigiosos entrenadores de todo el mundo), vídeos sobre la técnica de los nadadores del centro, acceso a la monitorización de los nadadores mediante tests de toma de lactato, etc. El Scottish Insitute of Sport, es un centro que también tiene su sede en la Universidad de Stirling. Esto ayuda a que los técnicos del instituto estén en un continuo contacto con los nadadores, ofreciendo servicios sobre nutrición, psicología, fisioterapia… Todo este cúmulo de personal aplicando sus esfuerzos en colaboración con los entrenadores de la piscina crean un ambiente perfecto para el desarrollo de la natación de competición y me alegro mucho de haber formado parte de este entramado aunque haya sido solamente por algunos meses.
La Universidad de Stirling oferta muchos programas para la inclusión de la gran mayoría de la comunidad universitaria en la natación. Para complementar mi trabajo en el ITC asistí como ayudante a clases de natación para niños, de edades comprendidas entre 3 y 12 años. Al igual que pasa en España, nunca apetece que un niño llore en medio de una clase de natación. Cuando tratas de consolarlos en tu idioma se puede tener más o menos arte pero imaginad hacerlo en Spanglish, ¡los niños dejaban de llorar sólo del susto! También asistí a clases de natación para personas mayores, con abuelitas que te cuentan sus cotilleos cotidianos.
Durante mi tiempo libre he hecho bastante ejercicio (si no tenía bastante con la natación). Es maravilloso correr alrededor del Airthrey Loch, el lago donde ha crecido el campus de la universidad, y ver cómo los patos y los cisnes siguen durmiendo en medio de los senderos que lo rodean teniendo que sortearlos en muchas ocasiones para no llevártelos por delante. También es gratificante contrastar otras tonalidades de verde, ya que en mis cuatro años de estudiante en Elche, el verde palmera lo tenía muy visto. La universidad ofrece muchas actividades para los estudiantes y existen los colectivos llamados Societies, donde se promueve un determinado tema o hobby mediante actividades organizadas por los socios. A pesar de no ser estudiante de la universidad me hice socio de la International Society, donde conocí a multitud de estudiantes de todos los rincones del mundo.
Junto a ellos aprendí cosas básicas que hay que saber en Escocia como, por ejemplo, familiarizarse con las pintas de cerveza. Es fundamental a la hora de pedir birras en los pubs, donde tienen una gran cantidad de grifos dedicados solamente a esta bebida. Sin embargo, la bebida por excelencia de Escocia es el whisky, que por desgracia para quien le guste no sirven por pintas como la cerveza sino por medidas de 25 ml (¡algo irrisorio!). En estos pubs también se puede comer, aunque en la mayoría de casos hay que pedir en la barra; algo que aprendí después de esperar en mesa durante minutos y minutos. No hablaré del fish and chips que también es típico en Escocia, pero sí me gustaría comentar que si alguna vez vais allí pidáis un fried mars bar. Exacto, es una chocolatina que rebozan y fríen. ¡Puede sonar asqueroso pero está buenísima!
Me gustaría animar a todos los estudiantes y titulados de la Universidad Miguel Hernández a que se lancen a la aventura de hacer las prácticas en el extranjero. Al principio da un poco de miedo tomar una decisión tan importante como cambiar de país pero cuando te embarcas en la aventura descubres todos los beneficios que tiene. Aparte de aprender un idioma (aunque sea un poco), te llevas contigo una gran experiencia tanto en lo profesional como en lo personal. Y confiad en la bondad de las personas, aquí todo el mundo ha sido encantador conmigo: desde los entrenadores que me tutelaron en el equipo de natación, facilitándome la integración en el grupo, hasta el policía que me ayudó a encontrar la Queen Street Station en Glasgow.
Francisco Hernández.
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